"No prepares el camino para que tu hijo lo transite, prepara a tu hijo para que transite el camino"


Prepara a tu hijo para el camino. El chiquitín preescolar. Blog

"No prepares el camino para que tu hijo lo transite, prepara a tu hijo para que transite el camino", escuché decir al Dr. Jesús Amaya Guerra, en una conferencia en la que hacía alusión a una de las más fallidas prácticas de crianza: ser demasiado amigo de los hijos olvidándose de ser padres.
Y es que en la actualidad se ha olvidado el sentido de ser padre/madre, volcándose en una dinámica familiar de permisividad, sobreprotección y falta de orientación, así como de límites, en la intención de ser amigo de los hijos y ganar su cariño, no importando que con ello se pierda, las más de las veces, el respeto.
La premisa es no traumar a los hijos, niños o adolescentes, con exigencias que se consideran de otros tiempos. 
El problema radica en que, al no querer que los hijos enfrenten las situaciones tan difíciles que vivieron sus progenitores en sus años de infancia y adolescencia, se vuelcan en situaciones de resolver todo lo necesario para que el hijo o la hija no sufran penurias, necesidades, horas de trabajo, etc. y tengan una vida más placentera y cómoda como la que les habría gustado tener a los padres o adultos cuidadores. 
Sin embargo, muchas de esas actividades que le están ahorrando son precisamente las que los chicos deberían realizar para poder desarrollar actitudes, destrezas, valores y habilidades tanto físicas como emocionales. 
Cuando el padre/madre o adulto cuidador se enfrasca en una tarea incesante de eliminar los obstáculos de la vida de los niños en realidad lo que están originando es una inadaptación al mundo real y social dando lugar a una de dos vertientes de personalidad: el hijo tirano que incluso llega a dar órdenes a los adultos cuidadores para que cumplan su más mínimo capricho o, por otro lado, al hijo débil emocional incapaz de tomar decisiones para solucionar los más mínimos problemas. 
Ambas personalidades derivan de una total dependencia emocional del adulto ante la incapacidad de asumir la responsabilidad de su propia vida. 
Lo más sano es propiciar obstáculos y retos cognitivos o físicos y dar un acompañamiento acorde en cada etapa de la vida (atendiendo a los periodos sensibles), estimulando con actividades y con afecto para que paulatinamente vayan desarrollando seguridad y las habilidades, destrezas, actitudes y valores pertinentes para desempeñarse eficazmente en los diferentes ámbitos en que interactúen.


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